Luciano K: El sello de glamour, diseño y estilo que despertó a la gárgola de Kulczewki
En el séptimo piso de Merced 84, acecha una gárgola. Está en guardia, vigilante, dispuesta a saltar ante el primer descuido de Mercurio, el Dios que situado en la popa lidera la embarcación de la Fuente Alemana de Parque Forestal.
Este fabuloso animal, sello indiscutible de la obra arquitectónica de Luciano Kulczewki, el Gaudí chileno, corona hoy, después de más de 90 años de historia, una de las apuestas hoteleras más interesantes del barrio cultural y gastronómico Lastarria. Un concepto que combina lo clásico del Art Decó de su diseño original con las vanguardias de comienzos del S. XX en su interior y las más modernas instalaciones que optimizan y brindan comodidad a sus espacios con el sello de la sustentabilidad.
Se trata de LVCIANO K, el Hotel Boutique de Parque Forestal, que despertó a la gárgola del genio de Kulczewki.
El surgimiento de un clásico
De origen polaco y nacido en Temuco en 1896, Luciano Kulczewki es uno de los pocos arquitectos que logró desarrollar varios estilos arquitectónicos en distintas etapas de su vida. Su fase neogótica en el pabellón de acceso al funicular del cerro San Cristóbal, el Art Nouveau con su estilo floral y de curvas del Colegio de Arquitectos y la geometría más pura y liviana del Art Decó, que dejó su huella en las rectas y figuras planas del edificio de Merced 84.
Para 1920, el edificio de la gárgola era un rascacielos. Desde su azotea en el séptimo piso no había nada que obstruyera su vista. Hacia el lado sur, la amplia Alameda de las Delicias; al norte, el Parque Forestal y el río Mapocho.
Pero no solo por su altura este edificio se distinguía entre el resto. Fue también el más moderno de su tiempo. Importado directamente desde Suiza se instaló el Shindler, el primer ascensor de Chile y fue también el primer inmueble en contar con calefacción centralizada.
A Kulczewki se le suele llamar el Gaudí chileno, aunque llevado a nuestro tiempo tiene tanto del arquitecto catalán como también de Alejandro Aravena, el Premio Pritzker de Arquitectura. Tal como el impulsor de Elemental, Kulczewki sentía una misión social que plasmó en conjuntos habitacionales colectivos para obreros en el Norte Grande, como una medida para paliar la crisis de salubridad en la vivienda de la clase obrera. Pero ante todo, el arquitecto fue siempre un innovador.
De ese espíritu de innovación y del sentido de recuperación patrimonial en una zona de conservación histórica es que los empresarios Rodrigo Giadalah y Benjamín Naylor recuperaron el nido de la gárgola y dieron vida a LVCIANO K, un hotel, un restaurante de fresca y endémica gastronomía, un espacio de descanso premium, una terraza con torreones que dominan Santiago, un pasadizo en el tiempo.
Una alternativa del circuito de Lastarria
A la hora de operar el hotel, de ponerlo en marcha, Luciano K puso al frente a Jean Pierre Beaujanot, ex gerente de ventas del Hotel Westin Palace de Madrid y ex gerente comercial de Explora, para sus tres hoteles.
“Echar andar este hotel, era a su vez entrar a un mundo en pleno descubrimiento. Rescatamos la escalera de mármol, los elementos de fierro forjado, los pisos de parqué original de las habitaciones y las baldosas originales. Todo estaba en pésimo estado. Cada vez que restaurábamos aparecía una joya”, cuenta.
Formado en hotelería en la Universidad de Cornell en Nueva York, Jean Pierre sabe reconocer el valor agregado en cada descubrimiento. “Lo que ocurrió en la terraza fue increíble. Debajo de muchas capas de alquitrán apareció la baldosa original diseñada también por Kulczewki. Costó limpiarla, pero el resultado salta a la vista. Lo antiguo y lo nuevo se mezclan en armonías perfectas”.
Otras de las grandes joyas de este hotel, que a su vez se tranforma en una verdadera experiencia, es tomar el ascensor Shindler, que data de 1928. “Tomar este ascensor es literalmente como viajar en el tiempo y remontarnos a la década de los 20″, subarraya. Rodeado por una escalera de mármol, esta pieza de ingeniería suiza del siglo pasado conduce a seis pisos, donde se distribuyen 38 habitaciones: standard, superior, deluxe y suite.
“En las habitaciones conservamos el parqué, las puertas de madera nativa y los vitrales que adornan los baños. Todo ese material que es patrimonio, lo mezclamos con tecnología, por ejemplo, en las ventanas de modo de poder anular en un 100 por ciento el bullicio del pleno centro de Santiago”, explica.
Además del bar y restaurante en el primer piso, el hotel cuenta con un centro de spa con sauna y una terraza de 300 metros cuadrados en la azotea con bar, piscina temperada, y una vista inigualable.
En este espacio que cobra vida por si mismo, destacan secciones de piso transparente que son un verdadero espectáculo. Al atardecer o por las noches se aprecia un conjunto de lámparas que cuelgan desde el piso de la terraza o del techo, según se mire, hasta la planta baja, provocando ilusiones ópticas como si fuesen parte de los trucos pictóricos de Escher, el gran dibujante holandés.
En el sector norte, al final de la azotea asoma otra sorpresa. Se trata de una torre de dos pisos, que a manera de privados, suspenden la vista del visitante por sobre las copas del árboles del Forestal.
Desde ahí, sin embargo, hay que tener cuidado. A pocos metros se aprecia en todo su esplendor la gárgola. El monstruo mitológico que ahora ha despertado.